domingo, 22 de abril de 2012

Abril 2012


Había una vez un amante, un hombre amante. Daba sexo y lo adornaba con cariño, lo adornaba tan bien que las mujeres a las que amaba creían eso, que era amor, porque el disfraz coincidía con lo que ellas necesitaban y querían. Pero después del vertiginoso encuentro, después de la fusión de almas en la que se convertía el simple acto sexual… ellas caían en una desesperante adicción y él se sentía vacío. Ese sentimiento le llevaba a buscar otra mujer con la que copular y que no le pidiera cuentas… quiero pensar que se dio cuenta de que no iba a encontrar a ninguna mujer así en las mujeres que buscaba. Sin embargo, ayudó a cientos, a miles de mujeres en su dolor a darse cuenta de que el hombre que ellas buscaban no existía tampoco.
Y ellas avanzaron, aprendieron a reconocer a ese hombre dentro de sí mismas, como parte del amor profundo que faltaba en ellas. Crecieron y además lo hicieron juntas. Y al amante lo encontraron en su fiebre envejeciendo solo. 

2 comentarios:

La Bicicletica dijo...

Bonita historia con moraleja. Digna de dedicarle un guión para darle vida en película o en obra de teatro.

kultur-huset dijo...

uf, antes he hecho un comentario sin saber que estaba con la cuenta de mi colectivo biciclitero.

Besotes Marian,